La obesidad, una epidemia contemporánea no es un síntoma nuevo, siempre encontramos personas con excesivo sobrepeso, pero nunca hasta las últimas décadas había tenido este carácter epidémico. Para tomar conciencia de su envergadura basta con echar una ojeada a las estadísticas. En Estados Unidos la obesidad ya no es una excepc
ión sino casi una regla. Y, vista la progresión del problema en Latinoamérica vamos por el mismo camino. Recientemente en Colombia, una mujer que pesaba más de 220 kg. debió ser hospitalizada por una complicación en su estado de salud, pero no podía atravesar la puerta de su cuarto así que tuvieron que derribar una pared de la habitación para sacarla de allí con grúas.
Cuando uno escucha estas cosas, es casi imposible no preguntarse con asombro: Cómo se puede llegar a esto?. La persona no se da cuenta de lo mal que está?.Y en realidad lo mismo que le pasa a la anoréxica el obeso puede generar una distorsión de la propia imagen corporal, pero a la inversa. Es por ello que la persona no puede verse a sí misma en el proceso de deterioro paulatino de su estado, desarrolla una suerte de “ceguera emocional” que le impide ver lo afectada que se encuentra por este problema. Estado casi vegetativo del ser, cuerpos deformes, morbidez, la obesidad extrema es casi una negación del ser. Por otra parte, el problema mayor del obeso es que es presa de su compulsión a comer en exceso y eso es lo que produce sus síntomas. Desde nuestro imaginario social tendemos a negar a la obesidad como enfermedad: creemos que el gordo no quiere cambiar su realidad y solemos pensar que “se hace el vivo” y que se entrega siempre que puede al placer que le produce la comida y lo convertimos en objeto de burla y discriminación. Como conjunto social también tenemos otras formas más elaboradas para negar y discriminar: falta de legislación, estructuras sanitarias, etc. Los manuales de psiquiatría más actuales, podrían ser considerados en esta línea ya que sólo reconocen a la anorexia y bulimia dentro de los “trastornos de conducta alimentaria”, y queda así excluido el desorden más frecuente en la alimentación: comer excesivamente. Comúnmente la obesidad es tratada como una enfermedad de la que se ocupan endocrinólogos, médicos, dietistas, todo el sistema de salud, excepto los profesionales de la salud mental, siendo que la mayoría de las obesidades, aun cuando haya una predisposición orgánica o genética a la ganancia de peso, responden a causas psicológicas. La obesidad es un problema de adicción a la comida. No debemos pensar que la persona obesa come porque le gusta sino porque no puede dejar de comer, como todo adicto no siente placer en casi ningún aspecto de su vida, se siente desequilibrado, intranquilo, desvalorizado y sus actos desembocan siempre en malestar y sufrimiento. Es en su inconciente donde encontraremos las causas por las que no puede abandonar su padecimiento. El punto de encuentro entre todas las adicciones parece ser la fuga de una realidad “dolorosa” y estresante, y en contrapartida, la búsqueda del placer inmediato. Pero este placer es tan fugaz que pasado este momento el adicto se reencuentra otra vez con su círculo y su angustia. La dificultad radica en saber qué produce esta conducta compulsiva en esa persona, ya que cada caso tiene su singularidad. No hay dos cuerpos que procesen los alimentos de la misma manera ni tampoco dos psiquismos iguales. Por qué alguien elige sufrir de esta manera no tiene una explicación general, sino siempre una respuesta singular.Lic. Javier Alvarez.
www.licjavieralvarez.blogspot.com