El problema del abuso sexual infantil ha permanecido oculto durante la mayor parte del siglo XX. Cuesta creer que desde hace tan sólo 30 años se lo empezó a entender verdaderamente del modo que lo hacemos ahora. Práctica privada y silenciada por excelencia dentro del núcleo familiar y educativo dónde se la produce ha permanecido invisible, también, para las disciplinas de conocimiento. Los prejuicios de una época, la ideología masculina dominante y la influencia del pensamiento psicoanalítico contribuyeron a dejar en las sombras el abuso sexual infantil. Hasta entonces se lo pensaba más bien como el resultado de la "seducción" de la niña/o al adulto, se tendía a creer en el carácter siempre fantástico de los niños cuando relataban episodios de abuso sexual por parte de mayores. Es difícil emplear datos estadísticos porque el número de menores que han dado cuenta de que son o fueron sexualmente abusados es inferior al que jamás lo denuncian, pero se afirma que 1 de cada 5 niños son abusados sexualmente en la Argentina. Nos queda claro que es un problema de enorme magnitud que en general, aún hoy, se prefiere minimizar.
Es importante que estemos familiarizados con el tema para que desde nuestro rol de padres, educadores o personas especialmente implicadas en el desarrollo de niños y/o jóvenes, podamos transformarnos en detectores y futuros preventores de este flagelo. Hay indicadores físicos que nos permiten detectar si hubo abuso: dificultades para caminar o sentarse, dolor o hinchazón en los genitales, dolor al orinar, enfermedades transmitidas sexualmente, contusiones, laceraciones o sangramiento en los genitales externos, la vagina o área anal, embarazo. También se suelen detectar trastornos de comportamiento. En niños pequeños los más frecuentes son: comportamiento regresivo (mojan la cama, se chupan el dedo, etc.), miedos repentinos o fobias (miedo a la oscuridad, a los hombres, etc.). Es frecuente que los efectos del abuso se manifiesten como fracaso escolar. Las situaciones abusivas inhiben la capacidad para atender y aprender porque todas las energías están centradas en evitar el abuso, defenderse y resolver contarlo/ocultarlo. Es probable que haya cambios notorios en la personalidad (depresión, ira, hostilidad, agresión, ideas o intentos suicidas, abuso de drogas o alcohol, fugas del hogar, conductas autodestructivas). Estos indicadores pueden deberse, también, a otros casos que no necesariamente sean de niños abusados, por lo tanto siempre es conveniente consultar a un especialista. Para hacer un diagnóstico siempre deben aparecer un conjunto de indicadores. Es muy significativo si el niño presenta un conocimiento y comportamiento sexual raro, sofisticado o inusual, o un juego sexual no apropiado para la edad. También los dibujos de naturaleza sexual pueden estar evidenciando situaciones de abuso y merecen ser atendidos. Ni que hablar si el niño nos relata episodios de abuso sexual con adultos. La mayoría de las veces se trata de personas próximas y conocidas, por lo que no debemos caer en la trampa de pensar que son fantasías. Cómo padres o educadores hay que informar a los niños acerca del abuso sexual y hablar de la privacidad que le corresponde a cada parte del cuerpo. Esta información actúa preventivamente en la medida en que se centra en la realidad de los niños, esto es, en lo que ellos necesitan saber según su edad, sobre el funcionamiento del cuerpo, los diferentes aspectos de la sexualidad humana y los comportamientos sexuales entre las personas. Deben saber que tienen derecho a la privacidad en los hábitos cotidianos básicos (bañarse, vestirse, dormir, etc.). También deben aprender a diferenciar los acercamientos afectivos y confortables con los mayores de aquellos intrusivos y perturbadores. Los niños deben saber que ningún adulto tiene permiso para tocarlos, acariciarlos o besarlos de forma que los haga sentir incómodos. Las medidas de prevención deben comenzar a edad temprana, ya que muchos casos de abuso sexual son con niños en edad preescolar. Es fundamental sostener un vínculo que favorezca la comunicación con los niños. Saber escuchar. Muchas veces esto es lo más difícil de lograr porque nos ubicamos como simples emisores y construimos una relación como un traspaso de información y así al niño se le hace más difícil poder hablarnos de algo. Prevenir los comportamientos abusivos es de vital importancia para la sociedad en su conjunto, ya que las consecuencias psicológicas a corto, mediano y largo plazo son muchas y pensar en la prevención debe hacernos pensar, también, en cuáles son las estrategias que podemos elaborar como conjunto social. Necesitamos cada vez más una política a favor de la vida, del cuidado de las personas. La escuela es un elemento vital aquí y la falta de educación sexual contribuye, sin dudas, a sostener el tabú de la sexualidad, al analfabetismo sexual como un campo fértil para el abusador.
Lic. Javier Alvarez
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