El acoso escolar, también llamado “bullying” es cualquier forma de maltrato psicológico, verbal o físico producido entre escolares de forma reiterada a lo largo de un tiempo determinado. Estadísticamente, el tipo de violencia dominante es el emocional y se da mayoritariamente en el aula y patio de los centros escolares. Los protagonistas de los casos de acoso escolar suelen ser niños y niñas en proceso de entrada en la adolescencia, siendo ligeramente mayor el porcentaje de niñas en el perfil de víctimas. Es una forma característica y extrema de violencia escolar que viene siendo un problema serio y creciente en la cotidianeidad de los centros educativos. El padecimiento de esta forma de violencia se expresa mayoritariamente a través del fracaso y el bajo rendimiento escolar y es común que se traduzca en estrés, miedo y ansiedad.
No querer ir a la escuela o regresar enojado y triste, así como no querer participar en actividades extraescolares pueden deberse a situaciones de maltrato. El niño también puede pedir que le compren útiles escolares que ya tiene, o tener pesadillas y falta de control de esfínteres, aunque éstos, también, podrían deberse a otras causas. El miedo y el hostigamiento emocional y psicológico que se experimenta es tan dañino que puede traer una suerte de anulación de la personalidad del niño que en algunos casos, según la dureza de la situación, encontramos ideas suicidas. El agresor puede ser un alumno conflictivo con carencias afectivas familiares o un grupo que encuentra una forma de canalizar la violencia a través del mecanismo del chivo expiatorio. De algún modo el niño que desarrolla conductas de hostigamiento hacia otros busca el reconocimiento y la atención que no tiene. Es posible que cuente con un núcleo familiar que no satisface sus necesidades de sentirse querido, respetado y escuchado. La familia, a través del afecto, el juego y la comunicación, es un lugar que puede estimular la seguridad y confianza en sí mismo o por el contrario reproducir modelos de hostilidad y sometimiento hacia los demás. La naturaleza de esta violencia escolar, que intuimos tiene su origen en la familia, al mismo tiempo la trasciende. Los nuevos modelos familiares a los que asistimos en los últimos años se constituyen sobre la base de estructuras sociales complejas. La mayor parte de las familias formadas de madres y padres solteros en situación de incertidumbre y vulnerabilidad social son parte de este problema ya que no siempre cumplen con la función de sostén y contención, mas bien todo lo contrario y terminan expresando sus conflictos a través del psiquismo débil de los niños. Todos los cambios que se vienen dando en la sociedad generan choques con nuestros modos de pensar y los instrumentos que contamos para enfrentar los mismos muchas veces son ineficaces. Los tiempos institucionales también suelen ser lentos y la escuela no cuenta actualmente con herramientas y espacios de contención y reflexión para los docentes y directores, que se ven obligados a hacer frente a estas nuevas problemáticas. Pero parece claro que es el conjunto de la sociedad el que está involucrado y que nadie es responsable directo del problema. Se estima que la intervención simultánea sobre factores individuales, familiares y socioculturales es la única vía posible de prevención del acoso escolar. Una prueba de que no hay que trabajar solamente en la escuela es la incidencia del uso de las nuevas tecnologías como medio para recibir o ejercer el maltrato, a través de Internet ésta actividad conocida como cyberbullying, sería una nueva forma de maltrato en la que la posición del agresor es peculiar, en relación con la que ocupa en otras formas “clásicas” de maltrato dado el carácter poco visible de la conducta.
Lic. Javier Alvarez.
www.licjavieralvarez.blogspot.com